La comida en La Azucarera estuvo bien, mas por la compañía que por la comida en si, que era bastante mediocre. Si esto lo lee alguno de los de Monzón, espero que no se moleste, pero es la verdad. Seguramente, al ser un cátering contratado, se gastaron bastante dinero, pero estoy completamente segura de que nuestros picoteos de los Sábados de Banda, gastándonos muchísimo menos, son mucho mejores. ¡Claro que aunque encargamos muchas cosas, el grueso del trabajo lo hacemos nosotros y le ponemos muchos amor! Y la mayoría de las veces, para mas gente de la que estábamos allí.
Lo malo es que acabamos muy pronto y, como habían retrasado hasta las siete el pasacalles, la tarde se hizo larguísima, por el calor, que no por la compañía, que era la mejor que cualquiera puede desear.
El pasacalles fue mortal de toda mortalidad. Nos habían dicho que, saliendo desde el Parque de la Azucarera, daríamos una vuelta al Conservatorio, pero creo que se equivocaron y que lo que querían decir es una vuelta al pueblo. Sólo nos faltó el casco viejo. Y nosotros, de negro, llevándonos todo el sol a cuestas. Cuando llegamos, por fin, al parque, todavía volvimos a dar una vuelta a todos los pasodobles. Aunque yo al menos, en estos últimos hice como que tocaba, ya que me temía que no iba a poder hacerlo en el concierto, de seguir así.
En el Auditorio, el calor no se había quedado fuera, sino que entre el que llevábamos puesto y el que hacía allí, estuvimos todo el concierto como en una sauna. Las manos nos sudaban tanto que se nos resbalaban de las llaves y algunos, como Sara por ejemplo, tenían tan mala cara que me daba miedo que se marease. ¿Y que decir de Paco? El pobre lo pasó fatal, metido en el traje (que los demás tocábamos en camisa).
Pero nada de esto hizo mella en nuestra música, que salió como si estuviéramos en las mejores condiciones.
Todo sonó, cómo y dónde tenía que sonar. Los silencios, lo eran, así como los cresccendos, los accelerandos, los solos de nuestros chicos emocionaban, de tanto sentimiento como pusieron y, aunque eso ya lo sabíamos, el repertorio estaba muy, muy bien escogido.
Yo conocía a muchísima gente de los que estaban en el público, además de los nuestros, claro, sino también a muchos músicos de las dos Bandas, así como a los padres de varios de ellos, ya que nos vemos en el Conservatorio desde hace años, y todos se quedaron maravillados. Quizá pensaban que tocábamos peor, pero las felicitaciones eran entusiastas. El Director de Binefar, Pepe Bosch, que ayer tocaba con Monzón, nos dijo que, desde la última vez que nos había oído, el salto evolutivo había sido increíble.
Y, a tenor de este comentario, quiero decir una cosa que algunos mal pensados, que siempre los hay, opinarán que es peloteo, pero creo que si desde aquí felicito a cada músico siempre que destacan, hoy debo resaltar la labor de nuestro Director.
Antes de nada, quiero decir que ayer, algo que no haría la mayoría de ellos, nos atribuyó todo el mérito a nosotros, cuando, cualquiera que toque en una agrupación musical de cualquier tipo, sabe que sin alguien que dirija, coordine, aglutine y organice, nada puede salir bien. Un director no se limita a mover los brazos delante de los músicos, como dice el chiste, sino que es el que consigue que unos músicos acaben tocando como un sólo cerebro con muchos cuerpos. Escoge el repertorio pensando siempre en nosotros y en el público que nos va a escuchar y no tiene ningún problema para retirar lo que nos nos gusta. (Por cierto, algo que la gente que me felicitaba ayer, les parecía genial. Que tuviéramos voz y voto en el repertorio).
Y hasta aquí, que estoy convencida de que cuando lea esto se va a sentir incómodo. Pero tenía que ponerlo, porque lo que no saben los que no están en los ensayos, es que últimamente habíamos tenido algún encontronazo, porque yo estoy muy peleona en estos tiempos y muchas veces me resulta muy difícil estarme calladita y él, cuando se acercan los conciertos, está tenso como una cuerda de violín.
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