¡Pues ya estamos de vuelta a nuestros lares!. Siento no haber puesto la crónica ayer, pero no tenía la cabeza demasiado lúcida para escribir y me limité a ver el partido (a ratos) e irme pronto a dormir.
El sábado salimos de Barbastro un poco mas tarde de lo previsto, ya que nos dejamos la tuba en el local y tuvimos que llamar a Angel (el conserje), para que nos abriera. El camino elegido por el conductor del autobús, no fue el mas idóneo, vistas las consecuencias: tardamos mas a llegar y mareos varios entre los mas pequeños (y malestar estomacal para muchos mas, entre los que me incluyo). Al final, llegamos tan tarde que no pudimos disfrutar del desayuno que nos tenían preparado, ya que fue llegar, montar los instrumentos y empezar el pasacalles. ¡Ay, esa primera cuesta! ¡Ríete tu de hacer el Everest sin oxígeno! Cuando terminamos Francisco Alegre, yo necesitaba respiración asistida. (Pero todavía no sabíamos que eso no era nada mas que un aperitivo para las cuestas que nos esperaban durante esos dos días. Las cuestas las inventaron en Aibar ¡seguro!).
En la plaza nos estaban esperando los del pueblo, entrando nosotros los primeros, luego un grupo de acordeones y, por último la Banda local. Allí tenían montado un aperitivo increíble: varios tipos de tortillas, todas excelentes, chistorra, otros embutidos y quesos, panceta frita, y mas y mas (y cuando se acababa traían mas). Mientras tanto, tocamos nosotros un pasadoble, los demás varias canciones de la tierra, unos chicos se arrancaron con una jotas, otros bailaron lo que en mi tierra se llama "La rueda", pero todo muy espontáneo.
De allí nos fuimos al albergue a comer. De la comida quiero decir que ha sido excelente, muy bien cocinada, con mucho producto de la huerta, que nos viene muy bien a todos. Lo que se llama "cocina casera",(sobre todos las alubias blancas de ayer).
Después de comer, el sábado tuvimos un pequeño "desencuentro" con el conductor del autobús, ya que el creía que íbamos a recoger el equipaje antes de comer y no después, así que estuvo esperando mucho tiempo, aunque eso no es excusa para los malos modos que empleó, al menos conmigo. (Correré un tupido velo sobre su actitud en varias ocasiones, ya que no se puede decir que haya sido un dechado de amabilidad).
También el reparto de habitaciones tuvo algunas controversias, pero con una habitación de 12 (14 al final), dos de 10, dos de 6 y dos de cuatro, y unos ocupantes tan dispares, se hizo lo que se pudo aunque, como no había nada inamovible, siempre se tenía la opción de cambiar lo que no gustaba.
Antes de seguir, pondré una explicación sobre Aibar: está lleno de cuestas por todas partes. El albergue estaba hacia la mitad, la plaza abajo y el autobús en la parte mas alta, así que nos hemos pasado el fin de semana subiendo y bajando. Todos hemos mucho músculo en las piernas.
Antes del concierto se levantó un viento, que fue a mas cada minuto que pasaba. Mientras tocaban los de Aibar ya pudimos ver las dificultades que nos íbamos a encontrar. Dicen que la Banda tuvo otra vez todavía peor, pero yo no había visto algo así: las carpetas volaban, a pesar de que las sujetábamos con un montón de pinzas, los atriles los teníamos que tener abrazados con las piernas para que no se escaparan y, en cuanto te retirabas el clarinete o el saxofón de la boca, la caña se quedaba completamente seca y no sonaba.
Varias partituras volaron por los aires repetidas veces y de "La máscara del zorro" sólo pudimos tocar la primera hoja, ya que fue imposible seguir.
Aún así hicimos lo que pudimos y creo que no nos salió muy mal: Habría estado bien que al terminar, Paco se hubiese vuelto hacia el público y hubiese dicho: -"Yo no he traído a mi Banda a luchar contra los elementos"- Como Felipe II y la Armada Invencible (versión musical). A Paco le regalaron una batuta y nosotros a ellos tendré que preguntar, porque no me enteré (pero algo fue).
Como, además de viento hacía frío (era viento del norte) el desayuno que no habíamos podido tomar por la mañana, nos lo pusieron al terminar y nos sentó de maravilla a todos. Después de cambiarnos de ropa nos bajamos a la verbena y para entrar en calor bailamos hasta no poder mas, formándose tres grupos: las parejas dando una lección de buen baile de salón, los desparejados bailando en grupo y los jóvenes, idem. Allí cayeron: música de los sesenta/setenta, pasodobles, rumbas, ranchera, congas, etc. etc. Eso sí, cuando subimos a cenar no teníamos frío.
Y aquí lo dejo, por ahora, que me tengo que marchar y además así os tomáis un descanso.
CONTINUARÁ.........................
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