Asistir a un concierto de música clásica conlleva a tener una actitud de cultura, de elegancia, de escucha y de respeto. En el momento de presenciar dicho espectáculo se necesita que todos los que asisten cuiden detalles como la puntualidad, el silencio, la cortesía, ser oportunos si se desea toser, ir al baño, o comentar alguna observación, y de esta manera disfrutar del espectáculo y contemplar un sinnúmero de eventos que ocurren durante dicho acto. Uno de ellos es la interpretación de un instrumento, que es algo complejo. Podemos observar cómo los músicos se expresan al hacerlo, podemos apreciar de qué manera sienten que la música va desde los dedos, desde el pecho, hasta el alma y recorre todo el cuerpo, podemos descubrir cómo la música fluye, nos transporta, despierta sentimientos y trae una historia y una emoción consigo.
Presenciar un concierto de música clásica hace que cada uno de los sentidos se agudice, y nos permita percibir los altos y bajos, los matices, las sombras y las luces de una pieza musical, nos hace navegar por una amplia gama de emociones y de estados de ánimo, con los cuales viajamos por diferentes paisajes y nos evoca el pasado, el presente y nos indaga sobre el futuro.
Cada uno de los músicos emana talento, compromiso, sentimiento y pasión desde su interpretación, construyen una historia que se va contando a los espectadores a través de frases con una intensión, una pasión, un misterio fascinante y profundo, en donde los instrumentos se hablan y se contestan, se contradicen y van de la mano por un camino mientras van formando una armonía en la cual los músicos van dejando su alma tras cada nota ejecutada.
Para poder percibir todo esto es necesario que no se tengan predisposiciones con la música clásica ya que el acto de asistir a un concierto es símbolo de pluralidad, de multiculturalidad, de aceptar y darnos la oportunidad de conocer otro mundo , la música clásica muchas veces está teñida de prejuicios, ya que es frecuente la experiencia de aquellos que dejándose llevar por la precipitación o su poco conocimiento se lancen a juzgar de modo despectivo algo en lo que luego pueden descubrir un peculiar encanto y belleza.
Si la música clásica no es del conocimiento de alguien, de su agrado o entendimiento, esta persona debe saber que para disfrutar de un concierto de esta índole no es absolutamente necesario entender la música, es decir, saber analizar técnicamente una pieza o saber ejecutarla. No es indispensable entender de corcheas, bemoles, adagios, contrapuntos, temas, armonías o claves para poder disfrutar de la música.
La música es una expresión de pluralidad, tiene mil formas, mil matices, mil interpretaciones, y una gran cantidad de géneros; cada persona disfruta de un tipo de música, se identifica con ella, y cuando nos damos la oportunidad de conocer la música que otra persona disfruta, y de entender el por qué esta la llena, estamos aceptando al otro, y conociéndolo a través de la música que sirve de puente entre culturas, entre sociedades y las une.
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