Con la merienda al final de los toros, dimos por terminados los actos de Fiestas de la Banda. Esta próxima semana nos lo tomamos libre, así que no tendremos ensayo ni el miércoles, ni el sábado. Nos vemos de nuevo, el miércoles 17. Recordad que el sábado siguiente, día 20, nos vamos a Boltaña para encontrarnos allí con la Banda Municipal de Fraga y hacer unos ensayos conjuntos, de cara a los dos conciertos que haremos en una única formación.
Aunque las páginas del tiempo estuvieron amenazando con lluvias para todo el día, la verdad es que la meteorología fue considerada y se pudieron celebrar todos los actos.
Por la mañana, y como puse el domingo, la Ofrenda de la Banda fue llevada por Ricardo Vidal y Jesús Mora.
En los toros, pese a que tocamos todos los pasadobles, mas la jota, que llevábamos (y un par de ellos, dos veces) volvimos a escuchar contínuamente el cansino ¡musicaaa!¡musicaa!, y cuando veían que no tocábamos, lo hacían un par de gaitas que estaban entre los de una peña, algo que no está permitido en un corrida de toros; la música sólo corre a cargo de la Banda y, como todos nosotros sabemos, al igual que el que tenga el mínimo interés por enterarse, tampoco depende del Director, sino de la Presidencia de la Plaza, que se comunicaba con el de Protección Civil que teníamos a nuestro lado, con un "pinganillo" y que recibía la señal de que tocásemos y se la trasmitía a Paco, así como la de cortar, aunque estuviéramos a medias de un pasodoble, porque se cambiaba de tercio o por cualquier otro motivo.
A la salida, algunas personas nos trasmitieron sus quejas, pero al poder contarles lo mismo que he puesto aquí, se quedaba consternados, porque creían, como muchos otros, que no tocamos porque no nos apetece y que, en realidad, vamos para poder ver la corrida.
¡Pues mira! si por mi fuera, ayer hubiera preferido no estar y haberme ahorrado la cara de sufrimiento del toro que se dislocó la pata y que intentaba ponerse de pie, sin conseguirlo y al que hubo que sacrificar allí mismo, a lo que tardaron muchísimo.
Da igual las veces que lo digamos, al año que viene volverá a pasar lo mismo y tendremos que aguantarnos, pero es francamente desagradable.
Al terminar, como siempre, la merienda, pero esta vez en el local. La gente comió con apetito y como broche final, los vecinos de patio, que estaban también de merienda, nos invitaron a "poncho", bien fresquito y acompañado de torta, que agradecimos convenientemente.
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